miércoles, 22 de abril de 2015

Ni tan ángeles, ni tan demonios

Mery Vaca, periodista
@meryvaca

El denominado caso terrorismo ha llegado a tal nivel de enredo y confusión que, a estas alturas, es imposible aspirar a conocer la verdad.
Hace seis años, un operativo policial acabó con la vida de tres extranjeros en el hotel Las Américas de Santa Cruz. Estos ciudadanos fueron acusados, después de muertos, de formar parte de un plan separatista e incluso de plantearse un magnicidio contra el presidente Evo Morales. Hasta ahí, y solo hasta ahí, existe certeza de lo ocurrido.
Lo que viene después es una maraña de hechos y dichos que, en vez de esclarecer los sucesos, contribuyen a su oscurecimiento. Este caso, que se asemeja a un frondoso y viejo árbol, tiene dos ramas.
Una de las ramas es sostenida por el Gobierno, que acusa a los dirigentes cruceños de haber conformado una célula terrorista con fines secesionistas y de haber financiado al grupo que cayó en el hotel Las Américas en abril de 2009.
La otra rama es sostenida por los líderes cruceños de oposición, quienes acusan al gobierno de haber montado la trama para desbaratar a la oposición, objetivo que, en parte, habría sido logrado, porque muchos de sus líderes están prófugos en el exterior o enjuiciados.
Cuando empezó el caso, los testigos, las pruebas e, incluso, los hechos mostraban que el tronco gubernamental era robusto. No había lugar a dudas, en sentido de que el grupo liderado por el croata-húngaro-boliviano Eduardo Rózsa pretendía dividir Bolivia.
El súper fiscal que estaba a cargo de esa acusación, Marcelo Soza, ahora busca asilo en Brasil, donde sospechosamente y casi por arte de magia, se pasó de la rama del gobierno a la de los opositores.
El principal testigo del Gobierno y de la Fiscalía, Ignacio Villa Vargas, más conocido como El Viejo, cambió su versión para ponerse del lado de los opositores luego de que apareciera un vídeo en el que se observa que recibía dinero del Gobierno para marcharse del país. Pero, en las últimas semanas admitió su culpabilidad para ser sentenciado a ocho años de cárcel. ¿Quién podría creer en la palabra de un testigo tan volátil?
Por si fuera poco, el coronel Germán Cardona acaba de escapar del país para buscar refugio en España tras declarar que las armas que sirvieron para acusar al grupo terrorista eran, en realidad, armas que estaban en custodia en el Ejército boliviano.
Esos y otros hechos que sería interminable citar en este espacio, convirtieron al robusto tronco gubernamental en unas ramas raquíticas que empiezan a caer a pedazos.
Parece que hasta ahí va ganando la oposición cruceña porque su lado del árbol luce más verde y frondoso que nunca.
Sin embargo, la Fiscalía, que en este caso actúa como un apéndice del Ministerio de Gobierno, se anota algunas victorias al lograr los juicios abreviados de varios de los acusados, entre ellos el extranjero Elod Tóasó, sobreviviente del operativo del hotel Las Américas, quien acusa al propio gobernador electo de Santa Cruz, Rubén Costas, de haber promovido a la célula terrorista. Y, por supuesto, confirma la supuesta veracidad del plan terrorista y separatista.
Y, la historia sin fin puede continuar a favor de uno y otro lado del árbol. El caso es que los ciudadanos bolivianos, que observamos el caso desde una mesurada distancia ya no podemos distinguir cuál es la verdad y solo vemos una maraña que crece sin control.
Tampoco podemos fiarnos de uno y otro testigo porque éstos cambian sus versiones según la conveniencia y nos dejan a los ciudadanos bolivianos con una enorme interrogante.
Al parecer, los líderes cruceños no son tan demonios como los quiere pintar el Gobierno, ni los operadores del Poder Ejecutivo son tan ángeles como se quieren mostrar.
Algo hacían esos extranjeros en Santa Cruz posando para la posteridad con armas en las manos. Algo hacían los líderes cruceños en reuniones secretas esos días en que se jugaba el control político del país.
Y, del otro lado, algo hacía el gobierno para desbaratar a esa oposición dura que amenazaba con poner en riesgo el denominado proceso de cambio. Algo hacían los operadores del MAS y, en ese algo, no se guiaban por la Biblia ni por la Constitución Política del Estado.
Algo hacían unos y otros. Algo hacían ángeles y demonios. Desafortunadamente, nunca sabremos qué exactamente era lo que hacía uno y otro bando porque, al parecer, a ninguno le interesa esclarecer la verdad. Entre tanto, el árbol seguirá creciendo descontrolado, regado por la confusión de uno y otro lado.


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