miércoles, 29 de abril de 2015

¿Quién discrimina a quién?

Mery Vaca, periodista
@meryvaca

Lo dijimos. Los periodistas lo dijimos hasta el cansancio e, incluso, salimos a las calles a protestar. La ley 045 contra el racismo y toda forma de discriminación sería un instrumento de los poderosos de turno para tratar de acallar a los periodistas y medios de comunicación independientes.
Demuestran que el vaticinio se cumplió el juicio contra los directores de Página Siete, ANF y El Diario por difundir una declaración del presidente Evo Morales sobre la flojera, con la que quedaba muy mal parado con los ciudadanos del Oriente del país; y, actualmente, el anuncio del viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas, de iniciar un proceso en contra de la gran Amalia Pando por no haber adivinado que su entrevistado lanzaría un comentario racista en una entrevista en vivo.
Sin embargo, en este último caso, parece haber consenso entre las autoridades que aún preservan la cordura, que ese juicio no prosperará. Pero, el tema permite una reflexión en torno a la aplicación de la citada ley.
Contradiciendo a su propio  nombre y esencia, la Ley 045 contra el racismo y toda forma de discriminación está siendo utilizada como instrumento de discriminación en contra de quienes opinan a contramano del Gobierno.
La polémica ley, tal como lo hizo notar el defensor del Pueblo, Rolando Villena no se aplica contra funcionarios estatales del MAS o afines a ese partido que incurren en prácticas discriminatorias.
El ex ministro de Salud, Juan Carlos Calvimontes, violando el secreto profesional, reveló la enfermedad que padece un ciudadano boliviano y no fue enjuiciado, pese a que la Ley 045 sanciona la discriminación por motivos de salud.
El senador Isaac Ávalos dijo que la mayoría de los colombianos son “pichicateros (narcotraficantes)” o “asaltantes” y no fue enjuiciado, pese a que la Ley 045 castiga la discriminación por nacionalidad.
El ex candidato a alcalde de Yacuiba por el MAS, Carlos Bru, se despachó un “chiste” indicando que la Ministra de Salud trabaja “cama adentro y patrón encima” y no fue enjuiciado, pese a que la Ley 045 sanciona la discriminación por motivos de género.
Percy Fernández… Bueno esta columna no alcanzaría para escribir todo lo que habló e hizo, ni los artículos de la Ley 045 alcanzarían para tipificar sus conductas, pero no está siendo enjuiciado.
El presidente Evo Morales dijo lo que dijo de las mujeres y no fue enjuiciado, pese a que la Ley 045 sanciona la discriminación por motivos de género.
Los dirigentes cocaleros del Chapare decidieron quitar el catu de coca a aquellos ciudadanos que fueron electos por un partido de la oposición, violando varios derechos elementales y, hasta ahora, nadie anunció un juicio por discriminación en contra de ellos, pese a que la Ley 045 castiga la discriminación por motivos políticos.
La Ley 045, en su artículo 5, cuando señala qué es discriminación y menciona de la exclusión por varios motivos, entre ellos, por razones ideológicas, filosóficas o de filiación política.
Lo que nos lleva a indicar que el viceministro Cárdenas y todos aquellos funcionarios que aplican la ley a conveniencia están violando el artículo 5 de la Ley contra el racismo y toda forma de discriminación.
La misma ley modifica el artículo 181 del Código Penal para sancionar a quienes incurren en la práctica de la discriminación con uno a cinco años de cárcel. La norma impone una agravante: si el que comete el delito es un funcionario público, la sanción se aumenta en un tercio. Cárdenas es funcionario público.


miércoles, 22 de abril de 2015

Ni tan ángeles, ni tan demonios

Mery Vaca, periodista
@meryvaca

El denominado caso terrorismo ha llegado a tal nivel de enredo y confusión que, a estas alturas, es imposible aspirar a conocer la verdad.
Hace seis años, un operativo policial acabó con la vida de tres extranjeros en el hotel Las Américas de Santa Cruz. Estos ciudadanos fueron acusados, después de muertos, de formar parte de un plan separatista e incluso de plantearse un magnicidio contra el presidente Evo Morales. Hasta ahí, y solo hasta ahí, existe certeza de lo ocurrido.
Lo que viene después es una maraña de hechos y dichos que, en vez de esclarecer los sucesos, contribuyen a su oscurecimiento. Este caso, que se asemeja a un frondoso y viejo árbol, tiene dos ramas.
Una de las ramas es sostenida por el Gobierno, que acusa a los dirigentes cruceños de haber conformado una célula terrorista con fines secesionistas y de haber financiado al grupo que cayó en el hotel Las Américas en abril de 2009.
La otra rama es sostenida por los líderes cruceños de oposición, quienes acusan al gobierno de haber montado la trama para desbaratar a la oposición, objetivo que, en parte, habría sido logrado, porque muchos de sus líderes están prófugos en el exterior o enjuiciados.
Cuando empezó el caso, los testigos, las pruebas e, incluso, los hechos mostraban que el tronco gubernamental era robusto. No había lugar a dudas, en sentido de que el grupo liderado por el croata-húngaro-boliviano Eduardo Rózsa pretendía dividir Bolivia.
El súper fiscal que estaba a cargo de esa acusación, Marcelo Soza, ahora busca asilo en Brasil, donde sospechosamente y casi por arte de magia, se pasó de la rama del gobierno a la de los opositores.
El principal testigo del Gobierno y de la Fiscalía, Ignacio Villa Vargas, más conocido como El Viejo, cambió su versión para ponerse del lado de los opositores luego de que apareciera un vídeo en el que se observa que recibía dinero del Gobierno para marcharse del país. Pero, en las últimas semanas admitió su culpabilidad para ser sentenciado a ocho años de cárcel. ¿Quién podría creer en la palabra de un testigo tan volátil?
Por si fuera poco, el coronel Germán Cardona acaba de escapar del país para buscar refugio en España tras declarar que las armas que sirvieron para acusar al grupo terrorista eran, en realidad, armas que estaban en custodia en el Ejército boliviano.
Esos y otros hechos que sería interminable citar en este espacio, convirtieron al robusto tronco gubernamental en unas ramas raquíticas que empiezan a caer a pedazos.
Parece que hasta ahí va ganando la oposición cruceña porque su lado del árbol luce más verde y frondoso que nunca.
Sin embargo, la Fiscalía, que en este caso actúa como un apéndice del Ministerio de Gobierno, se anota algunas victorias al lograr los juicios abreviados de varios de los acusados, entre ellos el extranjero Elod Tóasó, sobreviviente del operativo del hotel Las Américas, quien acusa al propio gobernador electo de Santa Cruz, Rubén Costas, de haber promovido a la célula terrorista. Y, por supuesto, confirma la supuesta veracidad del plan terrorista y separatista.
Y, la historia sin fin puede continuar a favor de uno y otro lado del árbol. El caso es que los ciudadanos bolivianos, que observamos el caso desde una mesurada distancia ya no podemos distinguir cuál es la verdad y solo vemos una maraña que crece sin control.
Tampoco podemos fiarnos de uno y otro testigo porque éstos cambian sus versiones según la conveniencia y nos dejan a los ciudadanos bolivianos con una enorme interrogante.
Al parecer, los líderes cruceños no son tan demonios como los quiere pintar el Gobierno, ni los operadores del Poder Ejecutivo son tan ángeles como se quieren mostrar.
Algo hacían esos extranjeros en Santa Cruz posando para la posteridad con armas en las manos. Algo hacían los líderes cruceños en reuniones secretas esos días en que se jugaba el control político del país.
Y, del otro lado, algo hacía el gobierno para desbaratar a esa oposición dura que amenazaba con poner en riesgo el denominado proceso de cambio. Algo hacían los operadores del MAS y, en ese algo, no se guiaban por la Biblia ni por la Constitución Política del Estado.
Algo hacían unos y otros. Algo hacían ángeles y demonios. Desafortunadamente, nunca sabremos qué exactamente era lo que hacía uno y otro bando porque, al parecer, a ninguno le interesa esclarecer la verdad. Entre tanto, el árbol seguirá creciendo descontrolado, regado por la confusión de uno y otro lado.


martes, 14 de abril de 2015

Por un contagio generalizado


Mery Vaca, periodista
@meryvaca

Parecía impensable que los presidentes de Estados Unidos y de Cuba se estrecharan la mano. Resultaba inverosímil pensar que un día se reunieran y que juntos delinearan una estrategia de reconciliación. Barack Obama y Raúl Castro lo hicieron y dejaron una marca histórica en la VII Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá.
Un Obama dispuesto a librarse de “viejos argumentos” y un Castro reconociendo que “Obama es un hombre honesto” hicieron por la Cumbre y por América mucho más que una declaración conjunta de consenso que, esta vez, no pudo ser por las divergencias en torno a Venezuela.
El acercamiento iniciado en diciembre ha rendido sus frutos en esta cumbre, donde han empezado a enterrarse los resabios de la guerra fría, cuyas consecuencias han sufrido los pueblos latinoamericanos (particularmente Cuba) más allá de la caída del muro de Berlín.
Por supuesto, las cosas no son tan fáciles como darse la mano ante las cámaras. Los temas de fondo, como el bloqueo económico y la posesión sobre Guantánamo, persisten del lado de Estados Unidos. Y, en el lado cubano los derechos humanos, la democracia y las libertades siguen siendo asignaturas pendientes. Aunque, la reciente decisión de Obama de retirar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo es una acción concreta que demuestra que pretende ir más allá de la simple retórica. Eso, independientemente de si el Congreso estadounidense le respalda o no en sus decisiones.
Tampoco es fácil convencer de que este es el camino correcto a dos pueblos que han sido obligados a vivir de espaldas más de 50 años. Tanto en Estados Unidos como en Cuba existen grandes colectivos radicales que se oponen a las políticas de acercamiento y de exoneración mutua de culpas. Todo es un proceso y éste apenas ha empezado.
Si Castro se da la mano con Obama y, además, dice que éste es un hombre honesto, ¿qué papel juegan en este escenario Nicolás Maduro, Rafael Correa y Evo Morales, los líderes del denominado socialismo del siglo XXI, que ven a los hermanos Castro como sus mentores, y que enarbolan un discurso esencialmente antiimperialista?
Todos ellos, durante la realización de la Cumbre de la OEA persistieron en el mensaje confrontacional que les caracteriza, aunque, a último momento, Maduro también tuvo su encuentro con Obama, a quien le exigió, con justa razón, que derogue el decreto que declara a Venezuela como una amenaza para Estados Unidos.
A contracorriente con los ánimos de reconciliación, estos líderes persistieron en su arremetida en contra de los que no se subordinan a sus ideologías, entre ellos, los medios de comunicación. Correa atacó a lo que él denomina “la mala prensa”, lo que le mereció una respuesta de Obama en sentido de que él prefiere la mala prensa que la prensa silenciada.
Y, Morales, lejos del líder que encantaba y casi hipnotizaba a la prensa internacional, protagonizó un nuevo incidente con los periodistas, a quienes acusó de andar por los pasillos “molestando presidentes”, en lo que pareció ser un justificativo a la acción tomada por un miembro de su seguridad, que le pasó un toque eléctrico a un periodista. Aunque, hay que aclararlo, el mandatario se disculpó por el incidente.
Lo cierto es que el acaparamiento del poder sin opción a la alternancia, la persecución a los opositores, el silenciamiento de los medios de comunicación y el irrespeto a la disidencia están desgastando la democracia en estos países. Por eso, es de esperar que el apretón de manos de Obama y Castro contagie con los ánimos de reconciliación a toda Latinoamérica.
Sería importante que haya otros apretones de manos entre Obama y los líderes latinoamericanos; pero, más importante que eso, sería que cese la confrontación política interna en estos países; que los presos políticos sean amnistiados, que las libertades sean respetadas, que los medios tengan garantías para su trabajo, que la justicia sea independiente. En fin, que el efecto contagio haga de la democracia una verdadera democracia.


miércoles, 8 de abril de 2015

La desvalorización del voto

Mery Vaca, periodista
@meryvaca

En nuestro país, decir que el voto es sagrado es un lugar común o, peor aún, puede ser una mentira. A lo largo de la historia, el voto ciudadano, lejos de respetarse, ha sido negociado, transferido y hasta vendido con maletines de por medio.
Cuando la gente votaba, pero no decidía quién sería el Presidente de Bolivia, el voto entraba al Legislativo y se hacía polvo en medio de negociaciones, cuotas, prebendas y otros males muy típicos de la democracia. Finalmente, en una especie de sufragio calificado, los mal llamados padres de la patria elegían al nuevo Mandatario. El designado, lejos de atender las demandas de los ciudadanos, terminaba siendo una especie de rehén de sus aliados parlamentarios y, por supuesto, atendiendo sus caprichos.
El país ha dado un salto cualitativo y, en apariencia, ahora es el voto ciudadano y únicamente el voto ciudadano el que decide quién gobernará Bolivia y sus regiones. Y digo en apariencia porque en el último proceso electoral han surgido nuevas formas de escamotear la voluntad popular.
El Órgano Electoral Plurinacional y los partidos políticos que participaron de la contienda electoral son los autores de estas innovaciones antidemocráticas. Vamos por partes.
La decisión del Tribunal Supremo Electoral de inhabilitar a 228 candidatos de Unidad Demócrata (UD) fue la primera medida orientada a distorsionar la voluntad popular. El pueblo beniano, en una lección de democracia genuina no solo para Bolivia, sino para el mundo, resolvió el asunto en el urnas y decidió que debe haber segunda vuelta. En otros países, tamaño conflicto se hubiera resuelto con guerra civil y con 40 muertos, tal como dijo el jefe de la misión de observación de la OEA, Álvaro Colom, poniendo de ejemplo a Guatemala, su país de origen.
Pero la decisión del TSE se quedó pequeña frente a lo que el Tribunal Departamental Electoral de Chuquisaca pretende hacer en esa región. A pedido del MAS, los vocales de ese departamento están analizando la posibilidad de anular los votos del FRI, cuyo candidato ha renunciando poco antes de las elecciones, para aumentar el porcentaje de los otros postulantes a la Gobernación, de tal manera que el aspirante del MAS, Esteban Urquizu, gane en primera vuelta. De no ser por esta maniobra, Chuquisaca, igual que Beni y Tarija, iría  a una segunda vuelta.
Si eso sucede, estaremos ante un funesto y aberrante precedente de violación de la voluntad popular. El voto, que es la primera condición para la existencia de la democracia como tal, estaría siendo anulado. Argumentos jurídicos en contra de esa decisión abundan, entre ellos aquel que indica que, si bien se retiró un candidato, la sigla del FRI no fue cancelada, por lo que sus votos no podrían ser anulados. Pero, el oficialismo también esgrimió otros argumentos y hasta mostró una sospechosa resolución electoral del 26 de marzo, de tres días antes de los comicios, que anula los votos del FRI.
El Órgano Electoral, que irónicamente es el encargado de proteger el voto ciudadano, es el que está a punto de violar la decisión ciudadana de que haya segunda vuelta en Chuquisaca.
Pero,  los vocales electorales no son los únicos que dan muestras antidemocráticas. Los jefes de los partidos también lo hacen cuando, con miras a una segunda vuelta, negocian la transferencia de votos para apoyar a tal o cual candidato.
En Beni, los jefes del MNR subestiman la inteligencia de sus electores al creer que el voto es un cheque en blanco que puede ser endosado en favor de UD; mientras que los jefes de las seccionales del mismo partido creen que pueden transferir el voto al MAS. No sería cuestionable esta práctica si en estas negociaciones primaran los programas antes que las cuotas o las prebendas. Pero, de sobra sabemos cuál es el comportamiento de nuestros políticos.

El voto, deberían entenderlo los vocales y los jefes políticos, no es transferible, no es endosable, no es anulable. El voto es sagrado y lo digo a riesgo de caer en un lugar común.

miércoles, 1 de abril de 2015

Lecciones de humildad

Mery Vaca
@meryvaca

No es usual ver y escuchar al presidente Evo Morales ofreciendo disculpas como lo  hizo con Chile o esbozando una autocrítica como ocurrió tras el retroceso electoral que sufrió su partido en las elecciones regionales de este domingo. No es común, pero es bueno y hasta esperanzador que así sea, siempre que esa actitud sea sincera y que no sea únicamente producto del cálculo político.

El MAS ha perdido ocho de las 10  principales alcaldías del país y tres de las nueve gobernaciones, a lo que hay que agregar que en dos regiones debe someterse a segunda vuelta. En el peor escenario, el MAS se quedaría con cuatro gobernaciones y la oposición con cinco.

Esos resultados electorales son, sin duda, las mayores lecciones de humildad que ha recibido el presidente Morales en los casi 10 años que lleva gobernando Bolivia. Sin embargo, aún está por verse si esas lecciones han sido asimiladas por el Mandatario.

Estuvo acostumbrado a ganar por goleada y allá donde no podía con los votos, lo hacía con la fuerza de las leyes y de la justicia que, por lo general, se ajustaban a su medida. Y esa sucesión de triunfos hizo del presidente Morales un hombre poderoso, soberbio y autoritario. Los diferentes y los disidentes simplemente eran relegados, aplastados o, si bajaban la cabeza, eran cooptados.

Y estoy utilizando los verbos en tiempo pasado porque tengo la esperanza de que el Presidente capte el mensaje de estos resultados electorales y que inaugure una nueva forma de gobernar en la que perduren la autocrítica y las disculpas cuando éstas sean necesarias.

Aquellos que miran la realidad a través del cristal de intereses partidarios (tanto de oposición como de oficialismo) dirán que estoy pecando de ingenua, pero, al menos quiero darme esa licencia, por ahora; y solo por ahora.

No estoy entre aquellos que creen que el resultado electoral es plebiscitario y que ahora el presidente Morales carece del respaldo mayoritario que hace apenas dos meses le permitió jurar a su tercer mandato. Considero que el presidente Morales preserva el apoyo popular, sin embargo, la gente no lo quiere todopoderoso, por eso ha decidido que el poder debe ser compartido.

La gente ha castigado con su voto la corrupción, es cierto; pero también ha rechazado aquella forma de gobernar aniquilando al contendor, entre los que el presidente Morales ha ubicado a los medios de comunicación independientes, los que ahora se debaten entre la vida y la muerte porque no reciben ni un centavo de publicidad del Gobierno.

Si estos resultados harán de Evo Morales un mejor presidente, puedo ratificarme en la siguiente frase que lancé en Twitter: No está mal perder de vez en cuando, y no solo en la política, en la vida misma.

Tampoco creo que, tras las justas del domingo, la oposición esté lista para encarar un proceso nacional. Claramente, las corrientes que triunfaron en alcaldías y gobernaciones son diversas y dispersas. No existe todavía un proyecto nacional alternativo al del presidente Morales.

No estaría mal que, por ese motivo, las lecciones de humildad también llegaran a los ahora exultantes opositores.