sábado, 5 de agosto de 2023

Presentación del libro Escape a Los Andes en formato noticiero

El libro Escape a los Andes, de los autores Robert Brockmann y Raúl Peñaranda, fue presentado en la feria del libro de La Paz la noche del 4 de agosto. Tuve el gusto de hacer el comentario del libro y lo hice en formato noticiero, que les dejo a continuación.


Mery Vaca

Buenas noches señoras y señores, bienvenidos a este imaginario y pretencioso noticiero trasatlántico, en el que presentaremos los titulares más relevantes de una historia sucedida en Europa y Sudamérica entre 1933 y 1966.

·         1933: Hitler es nombrado canciller de Alemania y, de inmediato, empieza a perseguir a sus enemigos políticos y a los judíos.

·         Apenas tres días después de la posesión, se inicia el boicot contra negocios, productos, médicos y abogados judíos, quienes se ven obligados a abandonar Alemania.

·         Sigue siendo 1933: Hitler quita la nacionalidad alemana a los judíos que viven en extranjero y uno de los afectados es Mauricio Hochschild, un magnate minero que amasaba fortuna en Bolivia.

·         1935: la burocracia nazi aprueba las leyes de Núremberg que quita a los judíos el derecho de ser ciudadanos alemanes.

·         1938 fue el año del odio. Se desata una furiosa persecución a los judíos, que apresuran su salida de Europa a un mundo que empieza a cerrarles las puertas.

·         Sigue siendo 1938. La conferencia de Evian, a la que asisten representantes de 32 países, fracasa porque la mayoría de los países rechaza recibir más refugiados, aduciendo desempleo, sobresaturación o cualquier otro motivo.

·         También en 1938, pero en Bolivia, el magnate Hochschild se reúne con el presidente Germán Bush y le propone la idea de permitir la llegada de agricultores judíos.

·         Unos días después y sin esperar un plan logístico de recepción, el ministro de agricultura, colonización e inmigración de Bolivia, Julio Salmón, emite una circular abriendo las fronteras y cito textualmente “para los hombres de todo el mundo, sanos de cuerpo y espíritu, que deseen venir a trabajar las exuberantes tierras que se les concede gratuitamente”.

·         Era febrero de 1939 y ya había 1.500 judíos en las calles de La Paz. Era solo el inicio de la masiva inmigración.

·         En mayo de 1939, estalla un escándalo por la venta de visas falsas en consulados bolivianos que hicieron de la desesperación humana un negocio.

·         Los judíos siguen llegando a Bolivia y se reparten en diversas ciudades del país, lo que desata una ola de críticas de medios y políticos, que reclamaban por el desempleo, el desorden y la ausencia del plan agrícola para acogerlos.

·         Los judíos, que en 1940 alcanzan a 10 mil, empiezan a acomodarse a crear una serie de negocios en Bolivia.

·         Finalmente, el proyecto agrícola se instala en Los Yungas, pero fracasa por diversos factores.

·         Lo importante, sin embargo, es que unos 20 mil judíos salvaron la vida gracias al plan humanitario de Hochschild.

·         Años más tarde, los vientos cambian para Hochschild. El que fuera un barón minero es condenado a muerte, aunque se salva por un pelo; luego es recluído en la cárcel de San Pedro y más tarde secuestrado. Cuando es liberado, abandona Bolivia para siempre. Era 1944.

·          1963: Nace el periodista y escritor Robert Brockman. 1966: nace el también periodista y escritor Raúl Peñaranda. Seis décadas después, ambos escritores unirán sus plumas para ponerle rostros humanos a esta historia.

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Y sí, ese es el sello distintivo de este libro histórico, las vidas humanas que en él se tejen con la maestría de dos grandes escritores y periodistas, dos palabras que en ellos resultan una redundancia.

Las víctimas del naufragio del Orazio, los que lograron salvarse y llegar a Bolivia. Las peripecias de la familia Guttentag para huir de la persecución Nazi a Bolivia, la odisea de los Schwarz recorriendo ciudades y pueblos antes de conseguir una visa también para Bolivia, los Seligman y su travesía en el barco rumbo a Arica, la desgarradora historia de dos polacos en un campo de concentración, por solo citar algunas historias, son desmenuzadas en Escape a los Andes, donde los sentimientos cobran tanta o más importancia que los hechos.

Y por supuesto, la historia que atraviesa las 511 páginas del libro es la del empresario minero Mauricio Hochschild, quien es retratado con los matices propios de un ser humano, en el que se entrelazan el bien y el mal, el heroísmo y la mezquindad, el amor y el desprecio.

Los retazos de la vida de Hochschild fueron juntados por los autores en bibliotecas, archivos personales, periódicos de la época, cables diplomáticos y una infinidad de fuentes que permitieron desentrañar las múltiples facetas del millonario, entre las que destaca y, así quedará para la historia, su mayor acto de humanidad: haber salvado de la muerte a unos 20 mil judíos propiciando su llegada a Bolivia.

En torno al magnate también aparecen otros hombres y mujeres, cuyas vidas aportan humanidad al texto. Es el caso del presidente Germán Busch, un ser contradictorio, impulsivo y sensible que, si bien ya fue retratado con detalle en el libro Dos disparos al amanecer escrito Brockmann, en Escape a los Andes vuelve a despertar pasiones en torno “al problema judío”, que era como su gobierno llamaba a la migración procedente de Europa.

En resumen, es un libro de historia repleto de historias. Y la repetición de la palabra es intencional porque su valor narrativo permite leerlo como si de una novela se tratara, con la diferencia de que todo es real, dolorosamente real.

La historia, como la vida misma, está protagonizada por personas de carne y hueso y, vaya paradoja, la mayor parte de los historiadores suelen olvidar a los seres humanos para concentrarse en un frío relato de los hechos.

Probablemente ese sea uno de los motivos por el que la enseñanza de la materia de historia suele pasar en las escuelas y colegios como un aburrido relato de hechos pasados y de gente muerta.

Por eso, celebro que los periodistas escriban libros de historia y que lo hagan con maestría, como lo hicieron Robert y Raúl. No está demás soñar que el Estado promueva la producción del periodismo narrativo histórico para que los niños y jóvenes lean nuestro pasado con la misma adicción con la que verían una serie futurista de Nétflix.

Como yo también soy periodista y hasta ahora he sabido expresarme en titulares más que en relatos históricos, quiero terminar con un breve noticiero cultural.

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·         Enero de 2023: Escape a los Andes, la historia de Schindler boliviano se publica en Chile y se anuncia su llegada a Bolivia para marzo. La noticia aparece en medios de Chile y Bolivia.

·         27 de enero de 2023: ‘Escape a los Andes’, la historia del ‘Schindler’ boliviano que salvó a miles de judíos del Holocausto nazi. El reportaje es de El País de Madrid.

·         11 de febrero de 2023: El libro Escape a Los Andes es el más vendido en la categoría de historia de Penguin Random House en Chile. La información aparece en el Twitter.

·         6 de abril de 2023: De villano a héroe: quién fue el magnate y “Schindler” de Bolivia que salvó a miles de judíos del Holocausto. Es un reportaje de Infobae.

·         21 de marzo de 2023: Lleno total: Peñaranda y Brockmann presentaron “Escape a Los Andes” en la APLP. Noticia publicada en Página Siete.

·         22 de abril de 2023: Exitosa presentación de libro Escape a los Andes en Santiago. El salón estuvo lleno y se agotaron los libros. Noticia extraída de Twitter.

·         4 de junio de 2023: Escape a los andes se presenta en la feria del libro de Santa Cruz.

La información sobre este libro ha sido publicada en diferentes medios del mundo y varios idiomas, pero quiero terminar con la siguiente:

·         4 de agosto de 2023: El exitoso libro Escape a los Andes se presenta en la feria del libro de La Paz, otra vez. Sí, otra vez, porque los buenos libros merecen ser presentados cuantas veces sea necesario.

Un aplauso por el éxito a los autores.


domingo, 16 de julio de 2023

¿Cómo sobrevivir a la tormenta perfecta?

Mery Vaca*                                                              

Aunque tardíamente, a los medios de comunicación tradicionales de Bolivia les ha llegado, también, la crisis de sostenibilidad debido a los cambios en los hábitos de consumo de los lectores. Y decimos también porque este cambio ha comenzado hace más o menos una década, cuando el emblemático New York Times, al ver que sus ventas de papel disminuían a la par de sus ingresos, mientras que el tráfico de sus productos digitales no terminaba de despegar, decidió encarar la era de las suscripciones digitales, con una reingeniería total, centrada en el periodismo de calidad por el que valiera la pena pagar. Ahora, más de 10 millones de suscriptores digitales financian gran parte de las operaciones de ese gigante, que se ha convertido en un modelo replicado por grandes y pequeños medios del mundo.

En el caso boliviano, esta crisis se ha acentuado durante la pandemia, que ha dado paso a una acelerada digitalización de los medios, pero que, en la mayor parte de los casos, no ha sido acompañada de un cambio en el modelo de negocio.

No fue el caso del periódico Página Siete, que se ha convertido en un medio pionero en la generación de proyectos de innovación destinados a la sostenibilidad en tiempos digitales. Tal es así que antes, durante y después de la pandemia ha creado productos de pago, como una aplicación, un programa de membresías denominado P7Plus y, el más audaz, el de las suscripciones digitales mediante el muro de pago.

Sin embargo, nada fue suficiente porque Página Siete no solo estaba enfrentando una crisis en su modelo de negocio, sino que estaba siendo víctima de una sistemática asfixia económica y de un severo plan de hostigamiento público.

La asfixia se tradujo no solo en el corte total de la pauta publicitaria estatal, sino en grandes multas tributarias y la advertencia a privados para que no anunciaran en Página Siete.  Entre tanto, el hostigamiento público consistió en el acoso en redes sociales y en la justicia en contra del dueño del periódico, Raúl Garáfulic; amenazas de muerte en contra del caricaturista Abecor, arresto y amedrentamiento en contra del periodista Carlos Quisbert y mensajes de amedrentamiento en contra de todos los periodistas del medio, por solo citar algunos casos concretos.

La suma de esos y otros factores constituye “la tormenta perfecta” a la que se refirió Garáfulic en la carta de cierre del periódico el pasado 29 de junio. La pregunta ahora es si los demás medios bolivianos podrán sobrevivir a esta crisis múltiple o, como ocurrió con Página Siete, terminarán sucumbiendo ante la indiferencia de la sociedad y de los empresarios bolivianos.

Lo primero que hay que decir es que sin medios de comunicación independientes no hay democracia, por tanto, la preservación de la libertad de prensa, de la libertad de expresión y del derecho a la información, es una tarea de todos.

Los dueños de los medios tienen ante sí el reto de generar nuevos modelos de negocio para garantizar su sostenibilidad. No se trata, sin embargo, únicamente de cobrar por los contenidos, sino de invertir en un periodismo de calidad por el que valga la pena pagar.

El poder de los ciudadanos también es importante en esta ecuación. Por el equivalente a dos marraquetas diarias, podrían apoyar al medio de su preferencia y, de esa manera, fortalecerían la democracia y, a cambio, recibirían contenidos que satisfagan sus necesidades informativas.

Los empresarios, que suelen sufrir la incomprensión gubernamental, harían bien en no desentenderse de las libertades y particularmente de los medios. Con pequeños aportes de capital, los medios podrían superar el bache y luego, con las suscripciones digitales, podrían dar el salto a la sostenibilidad.

Finalmente, el Gobierno debería ser el llamado a preservar los derechos arriba citados, pero está claro que de ahí no se puede esperar nada, salvo asfixia y acoso. Por eso, esta es una tarea de la ciudadanía y del propio sistema mediático.

 *Mery Vaca es periodista y exdirectora de Página Siete

Este artículo fue originalmente publicado en el suplemento Péndulo Político, en Correo del Sur y El Potosí


viernes, 30 de junio de 2023

Mi pasión más dolorosa


Mery Vaca, exdirectora de Página Siete

Ayer no fui capaz de articular una idea, una frase o un párrafo. El dolor me inundó entera. Hoy lo hago porque, como en todo proceso de duelo, escribir es parte de la terapia.

Era un día de marzo cuando en plena reunión de editores, uno de nuestros periodistas, entre el reclamo y la desazón, contó que tenía a su hijito enfermo, que había ido a la Caja de Salud para que lo atendieran y que le habían rechazado el servicio por falta de pago. Tampoco tenía dinero para tratarlo con un médico particular porque, como no estaba recibiendo su salario, no podía financiar una pequeña cirugía que le costaría 8 mil bolivianos.

Ese día me quebré en la soledad de mi oficina y, por primera vez, redacté mi renuncia. Luego de mucha insistencia y ante la posibilidad de que un proceso de capitalización sacaría adelante al periódico, acepté quedarme un tiempo más.

Esa capitalización fracasó, pero, vaya esperanza, estaba en curso un segundo intento. Corría mayo cuando volví a quebrarme porque una de nuestras periodistas, a media semana, dejó sin concluir los reportajes que estaba investigando porque debía viajar a Cochabamba a ganarse unos pesos en una actividad que nada tenía que ver con el periodismo. Era eso o tendría que dejar de trabajar en el periódico porque ya le habían cortado del internet. Como era lógico, acepté el permiso para el viaje y redacté, una vez más, mi renuncia.

Pese a que esos casos son solo dos ejemplos de los muchos que se presentaron con diverso grado de urgencia y dramatismo, parecía una irracionalidad de mi parte dejar el periódico porque estaba a punto de salvarse y, con ese argumento, volvieron a convencerme de que me quedara al menos un par de meses para hacer una transición ordenada del cargo a un nuevo director.

Entre crisis, quiebre; crisis y otra vez quiebre, llegó junio y me encontró intentando la misión imposible de dirigir a un equipo golpeado en su humanidad. Para entonces, mi situación personal y familiar eran también insostenibles así que redacté mi tercera y última renuncia. Hace tres semanas me fui a casa a intentar curar mis heridas.

Este jueves 29 de junio, como todo el país, desperté con la noticia del cierre. El sueño o la pesadilla, dependiendo de cómo se lo quiera ver, había llegado a su fin.

Página Siete, para mí, no sólo fue un trabajo, fue mi mayor pasión periodística. La independencia y el pluralismo eran, no una retórica, sino una realidad, y de eso han dado fe los colegas que, tras enterarse del cierre, han escrito una sentida nota a los lectores.

En mis 26 años de trabajo he adquirido diversas aptitudes para dirigir un proyecto periodístico, pero ningún aprendizaje me había preparado para conducir a una redacción sin salarios.

Aquí estamos hoy, también yo, con siete salarios adeudados y con nuestras familias al límite de la resistencia.

Por eso, estimados amigos, si se encuentran con un extrabajador/a de Página Siete, regálenle un abrazo porque está emocionalmente roto, pero también, si pueden, ofrézcanle trabajo porque lo está necesitando con urgencia para llevar alimentos a su mesa.

No voy a detenerme en los motivos del cierre porque en ellos ha abundado el presidente del directorio, Raúl Garáfulic. Solamente quiero decir que sus palabras son ciertas, que hizo los esfuerzos por sacar adelante el periódico, pero que no pudo ganarle a “la tormenta perfecta” que tenía ante sí.

Finalmente, aquellos que se esforzaron en hacer creer o creyeron que Página Siete era un instrumento político de la oposición, del imperio o del enemigo de turno, ahora saben que estaban equivocados. De haber sido cierto, Página Siete no hubiera cerrado y sus trabajadores no estaríamos hoy en la calle. Donde ustedes veían una conspiración, había un puñado de seres humanos remando contra la corriente.

Murió mi pasión más dolorosa, pero hay que seguir adelante. Estoy juntando los pedacitos de mi alma para emprender, con el ímpetu de siempre, la nueva batalla que la vida me ponga en frente.

viernes, 15 de enero de 2021

La verdad en la política y en el periodismo

Mery Vaca

No debería existir mayor misterio en torno a la verdad que la correspondencia entre los dichos y los hechos fácticos. Sin embargo, una diversidad de acciones, situaciones, intereses y hasta sentimientos envuelven a los hechos hasta que una determinada versión llega a oídos de un destinatario. En ese sinuoso trayecto, los hechos pueden ser amplificados, minimizados, distorsionados o, sencillamente, cambiados.

Si bien el tema la verdad se presta para un abordaje profundo y amplio, para fines de este trabajo presentaremos pinceladas de dos ángulos: El político y el periodístico. A manera de introducción diremos que hablar de verdad y política podría resultar una contradicción, mientras que hablar de verdad y periodismo tendría que ser una redundancia. Nótese que los verbos están en condicional y no es una casualidad, el “podría” y el “tendría” denotan que estos dos ámbitos están poblados de grises en vez de blancos y negros.

Verdad y política

La esencia de la política es la conquista del poder y una vez logrado este objetivo, el siguiente es su preservación.

El camino hacia el poder, sin embargo, no está sembrado de buenas acciones, al contrario, está poblado de vulneraciones a la ley, quebrantamiento de las normas éticas y de “verdades” construidas a conveniencia.

Políticamente, la mentira goza de tanta legitimidad que hasta ha sido bautizada con otros términos para que se desprenda de su herencia malsonante, y entonces ahora se llama posverdad, para significar aquellas emociones que predisponen al interlocutor a creer en determinada versión. Las falsedades también pueden denominarse “hechos alternativos” construidos en la realidad paralela del gobierno de Donald Trump.

Como quiera que se llamen, el asunto es que los políticos construyen el discurso para la opinión pública y, sobre todo, para la historia. Se dice que la historia la cuentan los vencedores y mucho tienen que ver los gobiernos en la construcción del discurso oficial.

 Estrategias son las que sobran y los gobiernos son especialistas en su aplicación. Por ejemplo, pueden optar por la cooptación de medios de comunicación a través de la entrega de publicidad estatal o a través de las presiones impositivas o laborales para el alineamiento de los contenidos periodísticos a los intereses oficiales. O, pueden promover la conformación de legiones de pensadores, opinadores, escritores y artistas para que el mensaje influya en la opinión pública en determinado sentido. Es determinante también el papel que juega la justicia en la construcción del relato oficial, ya sea liberando de culpas a los amigos del régimen o encarcelando a sus enemigos. Con ellos, habitualmente queda encarcelada la verdad.

Los hechos, sin embargo, no cambian. Son inalterables y así se mantienen a lo largo del tiempo. Las que cambian son las versiones que sobre ellos se construyen. Y una forma eficaz de hacerlo, nos decía Hannah Arendt (1996) es construir climas de opinión al respecto, en uno u otro sentido. La opinión, empero, debería basarse en los hechos porque, una vez que se sale de los mismos, es como intentar construir un castillo de naipes.

También es cierto que a los políticos poco les importa si sus castillos son de naipes o de cemento, máxime si con sus posverdades o con sus hechos alternativos no buscan convencer a toda la sociedad, sino a su propia militancia, que ya está convencida de todo su proyecto, lo que incluye mentiras, medias verdades, o distorsiones de la realidad. Lo que importa, finalmente, es el proyecto de poder y los métodos para preservarlo son lo que menos importa.

Sin ir muy lejos, ahora mismo en Bolivia este es un tema de palpitante actualidad, pues tras el regreso del Movimiento al Socialismo (MAS) al poder, el país está dividido en dos: Aquellos que creen que en noviembre de 2019 hubo un golpe de estado perpetrado por la derecha imperialista con ayuda de Estados Unidos y aquellos que aseguran que hubo un fraude electoral perpetrado por el MAS, lo que provocó una revuelta popular que derivó en la renuncia de Evo Morales al poder.

No es el fin de este trabajo dilucidar lo que sucedió en Bolivia en 2019, pero para fines de registro diremos que la de 2019 era la cuarta postulación de Evo Morales a la presidencia, pese a que la Constitución sólo le permitía dos; que la Organización de Estados Americanos (OEA) certificó que se cometió un fraude electoral en favor de Evo Morales; que luego de eso se desató una protesta civil que duró 21 días, al término de los cuales, la Policía se amotinó y, cuando ya Morales no tenía otra salida que la renuncia, las Fuerzas Armadas le sugirieron su salida del poder. La presidencia no fue asumida por los líderes de la protesta, ni por las Fuerzas Armadas, y tampoco por la Policía, sino que quedó en manos de la entonces vicepresidenta del Senado, Jeanine Añez, quien asumió el mando luego de que renunciara toda la cadena de sucesión prevista en la Constitución, habiéndose generado un vacío de poder.

Un año después, el MAS volvió al poder luego de ganar las elecciones con el 55,1% de los votos, lo que no deja dudas sobre su legitimidad. Con la fuerza de saberse vencedor aplica ahora una estrategia para que la historia registre que en Bolivia hubo un golpe de estado el año 2019 en contra de Evo Morales. Esta estrategia tiene múltiples aristas. Por un lado, la retórica gubernamental se refiere al gobierno de transición como el gobierno de facto, los embajadores se encargan de contarle al mundo esta versión, los fiscales y jueces han iniciado juicios en contra de los supuestos impulsores del golpe, instituciones internacionales afines a la izquierda bolivariana han desplegado una campaña mundial para denunciar el golpe en Bolivia y para desbaratar el informe de la OEA sobre el fraude electoral, los medios de comunicación afines al MAS se unen a la construcción de la posverdad del golpe, ONGs con financiamiento externo financian libros para denunciar a los actores de la interrupción de la democracia en Bolivia, entre los que incluyen a los medios de comunicación que nunca se alinearon con el MAS.

Seguramente luego se harán películas, obras de teatro y más libros para contar la historia del golpe que nunca ocurrió en Bolivia.

Y ¿quién puede rebatir las versiones construidas por los políticos? En el caso de Bolivia, tendrían que hacerlo los otros políticos, los perdedores, o los líderes de la protesta social que derivó en la renuncia de Morales, pero ocurre que el gobierno de transición de Jeanine Añez fue tan malo, tan autoritario y tan corrupto, que nadie quiere defenderlo. Y así va muriendo la que parecía una verdad incontrastable.

En Bolivia, la pugna política apunta a anular al otro, se busca borrarlo incluso de la historia construyendo una nueva versión de los hechos. Ya ocurrió durante el gobierno de transición, donde los integrantes del MAS tuvieron que huir del país o someterse a la persecución judicial, y vuelve a ocurrir ahora, sólo que a la inversa. Ahora es el gobierno del MAS el que arma juicios contra los que condujeron el gobierno de transición. Y no se trata ya de vivir de espaldas entre blancos e indígenas, o entre clase pudiente y clase de escasos recursos. El asunto en Bolivia es más complejo que eso.

Pero sigamos con lo nuestro. La verdad es un concepto asociado a la ética. La política está divorciada de la ética. Por tanto, la política partidaria es una mentira en la que los militantes eligen creer. La verdad sale de los labios de los políticos solo cuando es conveniente a sus intereses. El ser de los políticos está constituido por otros atributos, como la locuacidad, el carisma, la eficiencia, pero nunca por la verdad. Al final, el político sabe que miente y el militante prefiere la mentira a la verdad. Es una especie de amor tóxico el que une a los líderes con sus militantes.

Verdad y periodismo

La búsqueda de la verdad es el fin último del periodismo, según la enseñanza que se imparte en las aulas universitarias, sin embargo, encontrarla parece ser una misión imposible por diversos aspectos.

Desde el momento en que sucede un hecho intervienen factores que complotan primero en contra de la objetividad y luego en contra de la verdad. La subjetividad de la fuente que cuenta el hecho, la subjetividad del periodista que escribe la noticia y la subjetividad del destinatario van distorsionando, poco a poco, aquello que tendría que ser la verdad.

Pero, no solo eso. En el trayecto, un editor decide qué espacio darle a la noticia, si estará o no en la portada, qué palabras utilizará en el titular y qué ángulo de fotografía escogerá para ilustrar la información. Incluso, la fotografía que tendría que hablar más que mil palabras, puede decir una cosa u otra totalmente distinta dependiendo del ángulo, la luz o el instante en el que fue captada.

El periodismo tendría que ser el paladín de la ética y el guardián de la verdad, pero los medios de comunicación también responden a intereses políticos, económicos y hasta religiosos, los cuales condicionan la línea editorial de los mismos y ponen filtros a la verdad.

Sin embargo, los medios de comunicación responden no sólo a la lógica de los dueños, sino también a la lógica de la competencia, de la ética, de los anunciantes y, por supuesto, la lógica del gusto del público. Tal es así que el consumidor de noticias que tiene discernimiento crítico, sabrá cuándo un medio le está mintiendo, cuándo le está bajando el perfil a una noticia, cuándo le está subiendo el tono a otra, o cuándo le está ocultando un hecho. Si un medio no publica, el otro lo hace y entonces el que no publica pierde credibilidad, ese bien intangible que hace que los medios sean tales.

En el ámbito del periodismo, el momento de mayor riesgo para la verdad es cuando los intereses de los políticos se cruzan con los intereses del medio de comunicación, lo cual ocurre con mucha frecuencia porque, como ya hemos señalado más arriba, los políticos instrumentalizan a los medios de comunicación para construir posverdades, hechos alternativos o simples tergiversaciones.

Lo que hay que preguntarse es en qué condición el medio se convierte en instrumento del interés político: por presión, por voluntad propia, por ignorancia, por dinero… En cualquiera de esos casos se produce la censura o la autocensura, que impide la publicación de determinados temas con libertad e independencia.

Conclusión

Hay quienes se preguntan si la verdad existe o es que la humanidad está expuesta a una contraposición de versiones. Es probable que la verdad se vaya diluyendo con el pasar del tiempo al ritmo de las estrategias que buscan hacerla desaparecer. Pero, lo que no hay que perder de vista es que, en el momento primigenio, cuando se produce el hecho, el hecho mismo es la verdad.

Entre una verdad dicha por un político y la verdad dicha por un medio de comunicación, es preferible la segunda porque un medio, a diferencia del político, siempre estará sujeto al escrutinio público y, lo más importante, cada vez que falte a la verdad estará atentando en contra de su esencia y de su propia existencia.

A diferencia de un medio, un político que miente puede ser tolerado, entendido y hasta justificado, en aras de preservar el proyecto de poder.

Si el político es indispensable para la democracia, lo es también el periodismo en la medida en que se convierta en contrapeso y no en instrumento del poder.

La esencia del periodismo es la búsqueda de la verdad y el principal impedimento para alcanzar ese fin es el sistema político que crea estrategias para cambiar la historia de acuerdo a su conveniencia.

Por tanto, los intereses del periodismo y de los políticos van, o deberían ir, a contraflecha. No puede haber periodismo amigo del poder porque entonces estará yendo en contra de su propia existencia.

Y, ¿qué puede hacer el sujeto ante las mentiras que le cuentan los políticos y los medios de comunicación? La toma de conciencia es el primer mecanismo de resistencia frente a la manipulación de los hechos. Sólo en ese momento el sujeto estará listo para dar el siguiente paso que, en el caso de los medios, puede ser su decisión de no consumir noticias, o de consumirlas en otros medios, y en el caso de la política puede ser la resistencia a través del voto, de la protesta o de la desobediencia.

Cuando nada de esto funciona, entonces puede ocurrir una ruptura, o una revolución que se lleve por delante al sistema de partidos y con él al sistema mediático que, en vez de servir a sus destinatarios, se convirtió en instrumento o amigo del poder.

domingo, 30 de agosto de 2020

Ayuda para los niños que están “privados” de amor







Mery Vaca

La niña Anabel se emociona porque sabe que cualquier día la visitará en su casa la profesora Beatriz y que le llevará colores para pintar. Ella está en kínder y, desde que el mundo se nos vino abajo por la pandemia, no ha recibido tareas ni señales de vida de su profesora del colegio. Beatriz es la educadora encargada del Centro de Apoyo Integral Pedagógico (CAIP) de la cárcel de Morros Blancos de Tarija, donde el padre de Anabel se encuentra detenido.

La pandemia nos ha puesto la vida de cabeza y, todos, de una forma u otra, estamos sufriendo los rigores del encierro, de la enfermedad y la escasez de recursos. Pero, esa realidad se multiplica si hablamos de los niños, cuyo padre o madre, están privados de libertad. En ese caso, los niños están también privados de amor.

Si el padre está detenido, la madre está a cargo de la manutención, cuidado y educación de los niños y, como la cuarentena dejó sin trabajo sobre todo a los informales, estas madres perdieron su fuente de ingresos como trabajadoras del hogar, vendedoras o limpiadoras.

Beatriz Vaca, de 60 años, es una activista por los derechos humanos que, desde hace dos años, entrega su vida a los hijos de los privados de libertad. Como coordinadora y facilitadora del CAIP, antes de que llegara el coronavirus al país, tenía 80 niños inscritos en el centro, donde les daba clases de nivelación para que, la “desventaja social” en la que se encuentran, pudiera ser superada.

Una de las actividades más exitosas de su clase es el denominado “tren de lectura” que consiste en una competencia para que los niños adquieran el hábito de leer. Cada libro representa un vagón y los ganadores reciben un premio que la profesora Beatriz consigue de uno y otro lado.

Cuando se decretó la cuarentena en el país, los niños del CAIP perdieron sus clases en los colegios a los que asistían regularmente, se quedaron sin el centro de nivelación del penal, perdieron la opción de ver a sus padres en días de visita y, por si fuera poco, muchos tuvieron que enfrentar la vida con pocos alimentos y menos medicamentos.

Entonces, la profesora Beatriz activó, en coordinación con el párroco del penal, Miguel Sotelo, la Defensoría del Pueblo y otras entidades, el apoyo a estas familias desde diferentes ámbitos.




Educación contra viento y marea

Mientras duró la cuarentena rígida, la profesora Beatriz recurrió a los videos para apoyar a sus niños en las tareas que, a su vez, recibían de sus profesores por WhatsApp o que las madres iban a recoger a los colegios.

Pero, la limitación era grande. “Hay mamás que tienen un solo teléfono para tres o cuatro niños, no tienen las megas para bajar los videos y muchas no pueden entrar al Zoom”, lamenta Beatriz.

Si bien antes de la pandemia Beatriz visitaba los colegios de los niños para hacer seguimiento a su formación, con las restricciones tuvo que hacerlo de manera virtual. Consiguió que los colegios (no todos) la incluyeran en los grupos de WhatsApp o le enviaran los links para las clases de Zoom. De esa forma, ella se enteraba de las tareas y luego se las pasaba a los niños, también por medios virtuales.

Una vez que la cuarentena se flexibilizó, Beatriz volvió a recorrer las calles en busca de sus estudiantes. De esa manera, llega hasta sus casas, pide permiso para entrar al patio o, si no se puede, la acera de la calle puede ser buena o, en su caso, el salón parroquial del barrio para impartir la clase de nivelación a sus estudiantes, esta vez, uno por uno. Pese a que las condiciones son precarias, nadie olvida el barbijo y la distancia necesaria para evitar el contagio del Covid-19. Con todo, ella reconoce que es difícil llegar con esta atención personalizada a los 80 niños del CAIP.

El tren de lectura pudo reactivarse y ahora los libros salen del CAIP y visitan las casas de los niños, con la condición de que no los ensucien ni los pierdan.














Alimentos para saciar el hambre

La educación es importante, pero no era suficiente. Con el padre preso y la madre sin trabajo, los niños corrían el riesgo de mal alimentarse y enfermarse. Por eso, junto al padre Sotelo organizaron un operativo de recolección de alimentos, lo que permitió que cada 15 días se entregaran bolsas de víveres a las madres más necesitadas.

Al principio de la cuarentena, se logró entregar bolsas de víveres a 180 mujeres, todas ellas esposas de privados de libertad. Estos alimentos fueron recolectados gracias a las campañas del padre Sotelo y la pastoral carcelaria, mientras que Beatriz contactaba a las beneficiarias para que el envío llegara al lugar correcto.

Beatriz cuenta que luego se tomó la decisión de priorizar a las madres que tenían más niños y las bolsas alimentarias alcanzaron entonces para aproximadamente 100 hogares.









Ropa para al invierno

Se acercaba el invierno y quien ha vivido en Tarija sabe que ese es un serio problema porque el frío húmedo penetra hasta los huesos.

Por eso, en alianza con la Defensoría del Pueblo, el CAIP organizó una campaña de recolección de ropa abrigada para los niños. “La gente donó ropa bonita y gran cantidad a todos los niños del CAIP”, cuenta con orgullo la maestra Beatriz.



Remedios para enfrentar el Covid

Y, en medio de una pandemia, es lógico que estas madres y estos niños se hayan contagiado o que hayan contraído otra enfermedad.

Cuenta Beatriz que cuando eso ocurría, les sugería que vayan al centro de salud del barrio, pero de allá volvían con la receta sin tener cómo comprarla. Ante esa situación, la profesora pagó de su dinero algunas recetas, pero su desprendimiento no sería suficiente. Por eso, se propuso conseguir apoyo para formar un botiquín, de donde saldrían medicinas para madres y niños enfermos.

Conocedoras de la historia, un grupo de amigas que viven en diferentes ciudades organizaron una colecta y lograron recaudar un pequeño fondo para adquirir los medicamentos para las madres y los niños del CAIP. Estas mujeres de buen corazón se bautizaron a sí mismas como “Las comadres del norte”, haciendo alusión a la tradición chapaca de dar y recibir solidaridad entre comadres.



Del tren de la lectura al tren de la ayuda

Los niños de padres privados de libertad necesitan una oportunidad. Ellos no tienen culpa de lo que pudieron haber hecho o dejado de hacer sus padres o madres. Por eso, el CAIP, una experiencia que se replica en cárceles de todo el país, es un centro fundamental para su formación y la profesora Beatriz es el motor que mueve esa montaña para que niñas como Anabel, la pequeña del kínder, tengan un futuro mejor.

Tal como ocurre con el tren de la lectura que imparte en su clase, la profesora Beatriz logró armar una especie de tren de ayuda para los niños del CAIP y con el apoyo de gente solidaria logró llenar el vagón de la educación, el vagón de los alimentos, el vagón de la ropa y el vagón de los medicamentos. Con seguridad que estas ayudas no resuelven la vida de estos hogares, pero son un punto de partida para una vida más digna.




jueves, 15 de noviembre de 2018

Nuestros aportes a France24

Javier Aliaga y Mery Vaca trabajan de manera conjunta en la corresponsalía de France24 en español en Bolivia.

Aquí algunos links que llevan a sus trabajos.

Vivir con calaveras y adorarlas en Bolivia

El Chapare, tras 13 años de gobierno del MAS.


Los ambiciosos planes para descontaminar el lago Titicaca


Y, el promocional sobre la corresponsalía

jueves, 10 de marzo de 2016

El reto de El Pentágono

Mery Vaca, periodista

Después de tres años de permanecer como panelista permanente del programa de televisión El Pentágono quiero agradecer públicamente a Mario Espinoza por haberme invitado a participar del mismo junto a reconocidos profesionales bolivianos.

Ingresar a El Pentágono fue para mí un gran desafío personal, porque cada semana tuve que encontrar argumentos para hacer un digno ejercicio de análisis y de opinión. No podía defraudar al panel y menos a quienes nos seguían desde su casa.

El programa, pese a que ha ido cambiando de canal, ha sido a lo largo de estos años un referente en el análisis político. Medio en broma, medio en serio a Mario le dicen que es “el culpable” de que Álvaro García Linera sea vicepresidente del Estado. Tal vez el programa no haya hecho un vicepresidente, pero, sin duda, ayudó  a construir la imagen pública del actual vicepresidente y de otros líderes de opinión.

En mi caso, el programa fue clave para descubrir el género de opinión que, al cabo de estos años, he llevado también al texto. El programa, además, me ha ayudado a mejorar mi desenvolvimiento ante las cámaras y a no bajar la cabeza ante nadie.

Por donde se la mire, fue una experiencia positiva y podría seguir siéndolo de no ser por la enorme cantidad de actividades que ocupan mi tiempo durante los fines de semana.

Las mujeres que queremos competir en el ámbito público estamos obligadas a combinar esas funciones con el cuidado de los hijos y las labores domésticas. Tengo un compañero que comparte las alegrías de la vida y también las obligaciones de la casa, pero, aun así el fin de semana termina siendo corto.

Y no crean que El Pentágono solo demanda “una horita” a la semana, en realidad, entre la preparación de los temas, el arreglo personal (mínimo en mi caso) y el viaje de ida y vuelta al canal terminan siendo como cuatro o cinco horitas.

Para las mujeres que tenemos hijos, ideales serían los días de 30 horas y los fines de semana de tres días, pero eso ya es ciencia ficción y nada más.


Para cerrar con broche oro debo decir que lo mejor de todo es que hice entrañables amigos. Mario, Gonzalo, Francesco, Marcelo y Agustín, así como Daniela, Carolita y Ying ya son parte de mi vida. Gracias a todos ellos y un día de estos les convoco a todos a la casa para que vean que ante la cocina tampoco me corro. O, en último caso, tengo una lista de teléfonos de pizzerías.