sábado, 5 de agosto de 2023

Presentación del libro Escape a Los Andes en formato noticiero

El libro Escape a los Andes, de los autores Robert Brockmann y Raúl Peñaranda, fue presentado en la feria del libro de La Paz la noche del 4 de agosto. Tuve el gusto de hacer el comentario del libro y lo hice en formato noticiero, que les dejo a continuación.


Mery Vaca

Buenas noches señoras y señores, bienvenidos a este imaginario y pretencioso noticiero trasatlántico, en el que presentaremos los titulares más relevantes de una historia sucedida en Europa y Sudamérica entre 1933 y 1966.

·         1933: Hitler es nombrado canciller de Alemania y, de inmediato, empieza a perseguir a sus enemigos políticos y a los judíos.

·         Apenas tres días después de la posesión, se inicia el boicot contra negocios, productos, médicos y abogados judíos, quienes se ven obligados a abandonar Alemania.

·         Sigue siendo 1933: Hitler quita la nacionalidad alemana a los judíos que viven en extranjero y uno de los afectados es Mauricio Hochschild, un magnate minero que amasaba fortuna en Bolivia.

·         1935: la burocracia nazi aprueba las leyes de Núremberg que quita a los judíos el derecho de ser ciudadanos alemanes.

·         1938 fue el año del odio. Se desata una furiosa persecución a los judíos, que apresuran su salida de Europa a un mundo que empieza a cerrarles las puertas.

·         Sigue siendo 1938. La conferencia de Evian, a la que asisten representantes de 32 países, fracasa porque la mayoría de los países rechaza recibir más refugiados, aduciendo desempleo, sobresaturación o cualquier otro motivo.

·         También en 1938, pero en Bolivia, el magnate Hochschild se reúne con el presidente Germán Bush y le propone la idea de permitir la llegada de agricultores judíos.

·         Unos días después y sin esperar un plan logístico de recepción, el ministro de agricultura, colonización e inmigración de Bolivia, Julio Salmón, emite una circular abriendo las fronteras y cito textualmente “para los hombres de todo el mundo, sanos de cuerpo y espíritu, que deseen venir a trabajar las exuberantes tierras que se les concede gratuitamente”.

·         Era febrero de 1939 y ya había 1.500 judíos en las calles de La Paz. Era solo el inicio de la masiva inmigración.

·         En mayo de 1939, estalla un escándalo por la venta de visas falsas en consulados bolivianos que hicieron de la desesperación humana un negocio.

·         Los judíos siguen llegando a Bolivia y se reparten en diversas ciudades del país, lo que desata una ola de críticas de medios y políticos, que reclamaban por el desempleo, el desorden y la ausencia del plan agrícola para acogerlos.

·         Los judíos, que en 1940 alcanzan a 10 mil, empiezan a acomodarse a crear una serie de negocios en Bolivia.

·         Finalmente, el proyecto agrícola se instala en Los Yungas, pero fracasa por diversos factores.

·         Lo importante, sin embargo, es que unos 20 mil judíos salvaron la vida gracias al plan humanitario de Hochschild.

·         Años más tarde, los vientos cambian para Hochschild. El que fuera un barón minero es condenado a muerte, aunque se salva por un pelo; luego es recluído en la cárcel de San Pedro y más tarde secuestrado. Cuando es liberado, abandona Bolivia para siempre. Era 1944.

·          1963: Nace el periodista y escritor Robert Brockman. 1966: nace el también periodista y escritor Raúl Peñaranda. Seis décadas después, ambos escritores unirán sus plumas para ponerle rostros humanos a esta historia.

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Y sí, ese es el sello distintivo de este libro histórico, las vidas humanas que en él se tejen con la maestría de dos grandes escritores y periodistas, dos palabras que en ellos resultan una redundancia.

Las víctimas del naufragio del Orazio, los que lograron salvarse y llegar a Bolivia. Las peripecias de la familia Guttentag para huir de la persecución Nazi a Bolivia, la odisea de los Schwarz recorriendo ciudades y pueblos antes de conseguir una visa también para Bolivia, los Seligman y su travesía en el barco rumbo a Arica, la desgarradora historia de dos polacos en un campo de concentración, por solo citar algunas historias, son desmenuzadas en Escape a los Andes, donde los sentimientos cobran tanta o más importancia que los hechos.

Y por supuesto, la historia que atraviesa las 511 páginas del libro es la del empresario minero Mauricio Hochschild, quien es retratado con los matices propios de un ser humano, en el que se entrelazan el bien y el mal, el heroísmo y la mezquindad, el amor y el desprecio.

Los retazos de la vida de Hochschild fueron juntados por los autores en bibliotecas, archivos personales, periódicos de la época, cables diplomáticos y una infinidad de fuentes que permitieron desentrañar las múltiples facetas del millonario, entre las que destaca y, así quedará para la historia, su mayor acto de humanidad: haber salvado de la muerte a unos 20 mil judíos propiciando su llegada a Bolivia.

En torno al magnate también aparecen otros hombres y mujeres, cuyas vidas aportan humanidad al texto. Es el caso del presidente Germán Busch, un ser contradictorio, impulsivo y sensible que, si bien ya fue retratado con detalle en el libro Dos disparos al amanecer escrito Brockmann, en Escape a los Andes vuelve a despertar pasiones en torno “al problema judío”, que era como su gobierno llamaba a la migración procedente de Europa.

En resumen, es un libro de historia repleto de historias. Y la repetición de la palabra es intencional porque su valor narrativo permite leerlo como si de una novela se tratara, con la diferencia de que todo es real, dolorosamente real.

La historia, como la vida misma, está protagonizada por personas de carne y hueso y, vaya paradoja, la mayor parte de los historiadores suelen olvidar a los seres humanos para concentrarse en un frío relato de los hechos.

Probablemente ese sea uno de los motivos por el que la enseñanza de la materia de historia suele pasar en las escuelas y colegios como un aburrido relato de hechos pasados y de gente muerta.

Por eso, celebro que los periodistas escriban libros de historia y que lo hagan con maestría, como lo hicieron Robert y Raúl. No está demás soñar que el Estado promueva la producción del periodismo narrativo histórico para que los niños y jóvenes lean nuestro pasado con la misma adicción con la que verían una serie futurista de Nétflix.

Como yo también soy periodista y hasta ahora he sabido expresarme en titulares más que en relatos históricos, quiero terminar con un breve noticiero cultural.

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·         Enero de 2023: Escape a los Andes, la historia de Schindler boliviano se publica en Chile y se anuncia su llegada a Bolivia para marzo. La noticia aparece en medios de Chile y Bolivia.

·         27 de enero de 2023: ‘Escape a los Andes’, la historia del ‘Schindler’ boliviano que salvó a miles de judíos del Holocausto nazi. El reportaje es de El País de Madrid.

·         11 de febrero de 2023: El libro Escape a Los Andes es el más vendido en la categoría de historia de Penguin Random House en Chile. La información aparece en el Twitter.

·         6 de abril de 2023: De villano a héroe: quién fue el magnate y “Schindler” de Bolivia que salvó a miles de judíos del Holocausto. Es un reportaje de Infobae.

·         21 de marzo de 2023: Lleno total: Peñaranda y Brockmann presentaron “Escape a Los Andes” en la APLP. Noticia publicada en Página Siete.

·         22 de abril de 2023: Exitosa presentación de libro Escape a los Andes en Santiago. El salón estuvo lleno y se agotaron los libros. Noticia extraída de Twitter.

·         4 de junio de 2023: Escape a los andes se presenta en la feria del libro de Santa Cruz.

La información sobre este libro ha sido publicada en diferentes medios del mundo y varios idiomas, pero quiero terminar con la siguiente:

·         4 de agosto de 2023: El exitoso libro Escape a los Andes se presenta en la feria del libro de La Paz, otra vez. Sí, otra vez, porque los buenos libros merecen ser presentados cuantas veces sea necesario.

Un aplauso por el éxito a los autores.


domingo, 16 de julio de 2023

¿Cómo sobrevivir a la tormenta perfecta?

Mery Vaca*                                                              

Aunque tardíamente, a los medios de comunicación tradicionales de Bolivia les ha llegado, también, la crisis de sostenibilidad debido a los cambios en los hábitos de consumo de los lectores. Y decimos también porque este cambio ha comenzado hace más o menos una década, cuando el emblemático New York Times, al ver que sus ventas de papel disminuían a la par de sus ingresos, mientras que el tráfico de sus productos digitales no terminaba de despegar, decidió encarar la era de las suscripciones digitales, con una reingeniería total, centrada en el periodismo de calidad por el que valiera la pena pagar. Ahora, más de 10 millones de suscriptores digitales financian gran parte de las operaciones de ese gigante, que se ha convertido en un modelo replicado por grandes y pequeños medios del mundo.

En el caso boliviano, esta crisis se ha acentuado durante la pandemia, que ha dado paso a una acelerada digitalización de los medios, pero que, en la mayor parte de los casos, no ha sido acompañada de un cambio en el modelo de negocio.

No fue el caso del periódico Página Siete, que se ha convertido en un medio pionero en la generación de proyectos de innovación destinados a la sostenibilidad en tiempos digitales. Tal es así que antes, durante y después de la pandemia ha creado productos de pago, como una aplicación, un programa de membresías denominado P7Plus y, el más audaz, el de las suscripciones digitales mediante el muro de pago.

Sin embargo, nada fue suficiente porque Página Siete no solo estaba enfrentando una crisis en su modelo de negocio, sino que estaba siendo víctima de una sistemática asfixia económica y de un severo plan de hostigamiento público.

La asfixia se tradujo no solo en el corte total de la pauta publicitaria estatal, sino en grandes multas tributarias y la advertencia a privados para que no anunciaran en Página Siete.  Entre tanto, el hostigamiento público consistió en el acoso en redes sociales y en la justicia en contra del dueño del periódico, Raúl Garáfulic; amenazas de muerte en contra del caricaturista Abecor, arresto y amedrentamiento en contra del periodista Carlos Quisbert y mensajes de amedrentamiento en contra de todos los periodistas del medio, por solo citar algunos casos concretos.

La suma de esos y otros factores constituye “la tormenta perfecta” a la que se refirió Garáfulic en la carta de cierre del periódico el pasado 29 de junio. La pregunta ahora es si los demás medios bolivianos podrán sobrevivir a esta crisis múltiple o, como ocurrió con Página Siete, terminarán sucumbiendo ante la indiferencia de la sociedad y de los empresarios bolivianos.

Lo primero que hay que decir es que sin medios de comunicación independientes no hay democracia, por tanto, la preservación de la libertad de prensa, de la libertad de expresión y del derecho a la información, es una tarea de todos.

Los dueños de los medios tienen ante sí el reto de generar nuevos modelos de negocio para garantizar su sostenibilidad. No se trata, sin embargo, únicamente de cobrar por los contenidos, sino de invertir en un periodismo de calidad por el que valga la pena pagar.

El poder de los ciudadanos también es importante en esta ecuación. Por el equivalente a dos marraquetas diarias, podrían apoyar al medio de su preferencia y, de esa manera, fortalecerían la democracia y, a cambio, recibirían contenidos que satisfagan sus necesidades informativas.

Los empresarios, que suelen sufrir la incomprensión gubernamental, harían bien en no desentenderse de las libertades y particularmente de los medios. Con pequeños aportes de capital, los medios podrían superar el bache y luego, con las suscripciones digitales, podrían dar el salto a la sostenibilidad.

Finalmente, el Gobierno debería ser el llamado a preservar los derechos arriba citados, pero está claro que de ahí no se puede esperar nada, salvo asfixia y acoso. Por eso, esta es una tarea de la ciudadanía y del propio sistema mediático.

 *Mery Vaca es periodista y exdirectora de Página Siete

Este artículo fue originalmente publicado en el suplemento Péndulo Político, en Correo del Sur y El Potosí


viernes, 30 de junio de 2023

Mi pasión más dolorosa


Mery Vaca, exdirectora de Página Siete

Ayer no fui capaz de articular una idea, una frase o un párrafo. El dolor me inundó entera. Hoy lo hago porque, como en todo proceso de duelo, escribir es parte de la terapia.

Era un día de marzo cuando en plena reunión de editores, uno de nuestros periodistas, entre el reclamo y la desazón, contó que tenía a su hijito enfermo, que había ido a la Caja de Salud para que lo atendieran y que le habían rechazado el servicio por falta de pago. Tampoco tenía dinero para tratarlo con un médico particular porque, como no estaba recibiendo su salario, no podía financiar una pequeña cirugía que le costaría 8 mil bolivianos.

Ese día me quebré en la soledad de mi oficina y, por primera vez, redacté mi renuncia. Luego de mucha insistencia y ante la posibilidad de que un proceso de capitalización sacaría adelante al periódico, acepté quedarme un tiempo más.

Esa capitalización fracasó, pero, vaya esperanza, estaba en curso un segundo intento. Corría mayo cuando volví a quebrarme porque una de nuestras periodistas, a media semana, dejó sin concluir los reportajes que estaba investigando porque debía viajar a Cochabamba a ganarse unos pesos en una actividad que nada tenía que ver con el periodismo. Era eso o tendría que dejar de trabajar en el periódico porque ya le habían cortado del internet. Como era lógico, acepté el permiso para el viaje y redacté, una vez más, mi renuncia.

Pese a que esos casos son solo dos ejemplos de los muchos que se presentaron con diverso grado de urgencia y dramatismo, parecía una irracionalidad de mi parte dejar el periódico porque estaba a punto de salvarse y, con ese argumento, volvieron a convencerme de que me quedara al menos un par de meses para hacer una transición ordenada del cargo a un nuevo director.

Entre crisis, quiebre; crisis y otra vez quiebre, llegó junio y me encontró intentando la misión imposible de dirigir a un equipo golpeado en su humanidad. Para entonces, mi situación personal y familiar eran también insostenibles así que redacté mi tercera y última renuncia. Hace tres semanas me fui a casa a intentar curar mis heridas.

Este jueves 29 de junio, como todo el país, desperté con la noticia del cierre. El sueño o la pesadilla, dependiendo de cómo se lo quiera ver, había llegado a su fin.

Página Siete, para mí, no sólo fue un trabajo, fue mi mayor pasión periodística. La independencia y el pluralismo eran, no una retórica, sino una realidad, y de eso han dado fe los colegas que, tras enterarse del cierre, han escrito una sentida nota a los lectores.

En mis 26 años de trabajo he adquirido diversas aptitudes para dirigir un proyecto periodístico, pero ningún aprendizaje me había preparado para conducir a una redacción sin salarios.

Aquí estamos hoy, también yo, con siete salarios adeudados y con nuestras familias al límite de la resistencia.

Por eso, estimados amigos, si se encuentran con un extrabajador/a de Página Siete, regálenle un abrazo porque está emocionalmente roto, pero también, si pueden, ofrézcanle trabajo porque lo está necesitando con urgencia para llevar alimentos a su mesa.

No voy a detenerme en los motivos del cierre porque en ellos ha abundado el presidente del directorio, Raúl Garáfulic. Solamente quiero decir que sus palabras son ciertas, que hizo los esfuerzos por sacar adelante el periódico, pero que no pudo ganarle a “la tormenta perfecta” que tenía ante sí.

Finalmente, aquellos que se esforzaron en hacer creer o creyeron que Página Siete era un instrumento político de la oposición, del imperio o del enemigo de turno, ahora saben que estaban equivocados. De haber sido cierto, Página Siete no hubiera cerrado y sus trabajadores no estaríamos hoy en la calle. Donde ustedes veían una conspiración, había un puñado de seres humanos remando contra la corriente.

Murió mi pasión más dolorosa, pero hay que seguir adelante. Estoy juntando los pedacitos de mi alma para emprender, con el ímpetu de siempre, la nueva batalla que la vida me ponga en frente.