Periodistas, incómodos para el poder
Mery Vaca, periodista
Carmen Aristegui es un peso pesado entre los periodistas
de México. No se calla ante nadie, investiga a los poderosos y pregunta lo que
tiene que preguntar. Por eso fue despedida de MVS, la radio donde transmitía su
programa informativo. El pretexto es que dos de sus reporteros se asociaron al
portal MéxicoLeaks, un sitio de filtraciones anónimas recientemente creado;
pero el trasfondo está sembrado de denuncias en contra del propio presidente
Enrique Peña Nieto y su esposa. La más escandalosa es la que hace referencia a
una mansión de la pareja presidencial, que era de propiedad de una de las
contratistas del gobierno mexicano.
En La Paz, Carlos Quisbert, periodista de El
Diario, estaba intentando entrevistar a una de las acusadas del caso del bebé
Alexander cuando fue detenido y, en tiempo récord y previa violación de sus
derechos más elementales, fue enviado a la cárcel de San Pedro acusado de obstruir
la justicia. Luego de tres tortuosos días y presiones políticas y sociales de
por medio fue liberado.
En Cochabamba, el periodista de ATB, José
Miguel Manzaneda, fue amenazado al estilo de la mafia criolla, esa que deja
sangre en la puerta con una inscripción que dice “cuídate”. Manzaneda, quien realiza la cobertura
nocturna en ATB, indicó que recibe amenazas desde que captó a un jefe policial
en un local con una presunta antisocial. Las advertencias se intensificaron
después de que filmó a un grupo de policías del PAC saliendo de un lenocinio
con una trabajadora sexual.
La jefa de prensa de ATB, Angélica Lazarte,
relató que desde que su medio empezó a denunciar hechos de corrupción y
violencia contra policías sus periodistas reciben amenazas a través de correos
electrónicos y redes sociales. Incluso, se creó una página llamada “vengadores
anónimos” para amedrentar a los periodistas y presentadores de la Red ATB. En
algunos mensajes se pedía a los seguidores hacerles “bullying” a los
reporteros, según el relato extraído de la página de Facebook de ATB.
El caso es
que, sin importar el lugar ni la línea política de los gobernantes, los
periodistas incomodamos. El mundo ideal, o más bien, el paraíso de los
gobernantes, sería aquel lugar donde no existan periodistas ni medios de
comunicación independientes.
Los ciudadanos
de Cuba, Irán, Corea del Norte, China y otros países saben lo que es conocer
solo la versión oficial de los hechos. Pero, en países democráticos, como
México, Bolivia, Venezuela, Argentina o cualquier otro, los periodistas libran
una batalla diaria por preservar la libertad de expresión.
Los mecanismos
para acallar a los medios van desde los más grotescos como asesinarlos, encarcelarlos,
rociar con sangre las puertas de sus casas o despedirlos. O, también hay
maneras más elegantes de lograr el objetivo, como quitarle la publicidad estatal
a algunos medios, comprar las acciones de otros, ampliar y fortalecer los
medios gubernamentales, hacer leyes para limitar la actividad periodística. En
fin, métodos sobran.
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