martes, 14 de abril de 2015

Por un contagio generalizado


Mery Vaca, periodista
@meryvaca

Parecía impensable que los presidentes de Estados Unidos y de Cuba se estrecharan la mano. Resultaba inverosímil pensar que un día se reunieran y que juntos delinearan una estrategia de reconciliación. Barack Obama y Raúl Castro lo hicieron y dejaron una marca histórica en la VII Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá.
Un Obama dispuesto a librarse de “viejos argumentos” y un Castro reconociendo que “Obama es un hombre honesto” hicieron por la Cumbre y por América mucho más que una declaración conjunta de consenso que, esta vez, no pudo ser por las divergencias en torno a Venezuela.
El acercamiento iniciado en diciembre ha rendido sus frutos en esta cumbre, donde han empezado a enterrarse los resabios de la guerra fría, cuyas consecuencias han sufrido los pueblos latinoamericanos (particularmente Cuba) más allá de la caída del muro de Berlín.
Por supuesto, las cosas no son tan fáciles como darse la mano ante las cámaras. Los temas de fondo, como el bloqueo económico y la posesión sobre Guantánamo, persisten del lado de Estados Unidos. Y, en el lado cubano los derechos humanos, la democracia y las libertades siguen siendo asignaturas pendientes. Aunque, la reciente decisión de Obama de retirar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo es una acción concreta que demuestra que pretende ir más allá de la simple retórica. Eso, independientemente de si el Congreso estadounidense le respalda o no en sus decisiones.
Tampoco es fácil convencer de que este es el camino correcto a dos pueblos que han sido obligados a vivir de espaldas más de 50 años. Tanto en Estados Unidos como en Cuba existen grandes colectivos radicales que se oponen a las políticas de acercamiento y de exoneración mutua de culpas. Todo es un proceso y éste apenas ha empezado.
Si Castro se da la mano con Obama y, además, dice que éste es un hombre honesto, ¿qué papel juegan en este escenario Nicolás Maduro, Rafael Correa y Evo Morales, los líderes del denominado socialismo del siglo XXI, que ven a los hermanos Castro como sus mentores, y que enarbolan un discurso esencialmente antiimperialista?
Todos ellos, durante la realización de la Cumbre de la OEA persistieron en el mensaje confrontacional que les caracteriza, aunque, a último momento, Maduro también tuvo su encuentro con Obama, a quien le exigió, con justa razón, que derogue el decreto que declara a Venezuela como una amenaza para Estados Unidos.
A contracorriente con los ánimos de reconciliación, estos líderes persistieron en su arremetida en contra de los que no se subordinan a sus ideologías, entre ellos, los medios de comunicación. Correa atacó a lo que él denomina “la mala prensa”, lo que le mereció una respuesta de Obama en sentido de que él prefiere la mala prensa que la prensa silenciada.
Y, Morales, lejos del líder que encantaba y casi hipnotizaba a la prensa internacional, protagonizó un nuevo incidente con los periodistas, a quienes acusó de andar por los pasillos “molestando presidentes”, en lo que pareció ser un justificativo a la acción tomada por un miembro de su seguridad, que le pasó un toque eléctrico a un periodista. Aunque, hay que aclararlo, el mandatario se disculpó por el incidente.
Lo cierto es que el acaparamiento del poder sin opción a la alternancia, la persecución a los opositores, el silenciamiento de los medios de comunicación y el irrespeto a la disidencia están desgastando la democracia en estos países. Por eso, es de esperar que el apretón de manos de Obama y Castro contagie con los ánimos de reconciliación a toda Latinoamérica.
Sería importante que haya otros apretones de manos entre Obama y los líderes latinoamericanos; pero, más importante que eso, sería que cese la confrontación política interna en estos países; que los presos políticos sean amnistiados, que las libertades sean respetadas, que los medios tengan garantías para su trabajo, que la justicia sea independiente. En fin, que el efecto contagio haga de la democracia una verdadera democracia.


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