Mery Vaca,
periodista
@meryvaca
En nuestro
país, decir que el voto es sagrado es un lugar común o, peor aún, puede ser una
mentira. A lo largo de la historia, el voto ciudadano, lejos de respetarse, ha
sido negociado, transferido y hasta vendido con maletines de por medio.
Cuando la
gente votaba, pero no decidía quién sería el Presidente de Bolivia, el voto
entraba al Legislativo y se hacía polvo en medio de negociaciones, cuotas,
prebendas y otros males muy típicos de la democracia. Finalmente, en una
especie de sufragio calificado, los mal llamados padres de la patria elegían al
nuevo Mandatario. El designado, lejos de atender las demandas de los
ciudadanos, terminaba siendo una especie de rehén de sus aliados parlamentarios
y, por supuesto, atendiendo sus caprichos.
El país ha
dado un salto cualitativo y, en apariencia, ahora es el voto ciudadano y
únicamente el voto ciudadano el que decide quién gobernará Bolivia y sus
regiones. Y digo en apariencia porque en el último proceso electoral han
surgido nuevas formas de escamotear la voluntad popular.
El Órgano
Electoral Plurinacional y los partidos políticos que participaron de la
contienda electoral son los autores de estas innovaciones antidemocráticas.
Vamos por partes.
La decisión
del Tribunal Supremo Electoral de inhabilitar a 228 candidatos de Unidad
Demócrata (UD) fue la primera medida orientada a distorsionar la voluntad
popular. El pueblo beniano, en una lección de democracia genuina no solo para
Bolivia, sino para el mundo, resolvió el asunto en el urnas y decidió que debe
haber segunda vuelta. En otros países, tamaño conflicto se hubiera resuelto con
guerra civil y con 40 muertos, tal como dijo el jefe de la misión de
observación de la OEA, Álvaro Colom, poniendo de ejemplo a Guatemala, su país
de origen.
Pero la
decisión del TSE se quedó pequeña frente a lo que el Tribunal Departamental
Electoral de Chuquisaca pretende hacer en esa región. A pedido del MAS, los
vocales de ese departamento están analizando la posibilidad de anular los votos
del FRI, cuyo candidato ha renunciando poco antes de las elecciones, para
aumentar el porcentaje de los otros postulantes a la Gobernación, de tal manera
que el aspirante del MAS, Esteban Urquizu, gane en primera vuelta. De no ser
por esta maniobra, Chuquisaca, igual que Beni y Tarija, iría a una segunda vuelta.
Si eso
sucede, estaremos ante un funesto y aberrante precedente de violación de la
voluntad popular. El voto, que es la primera condición para la existencia de la
democracia como tal, estaría siendo anulado. Argumentos jurídicos en contra de
esa decisión abundan, entre ellos aquel que indica que, si bien se retiró un candidato,
la sigla del FRI no fue cancelada, por lo que sus votos no podrían ser anulados.
Pero, el oficialismo también esgrimió otros argumentos y hasta mostró una
sospechosa resolución electoral del 26 de marzo, de tres días antes de los
comicios, que anula los votos del FRI.
El Órgano
Electoral, que irónicamente es el encargado de proteger el voto ciudadano, es
el que está a punto de violar la decisión ciudadana de que haya segunda vuelta
en Chuquisaca.
Pero, los vocales electorales no son los únicos que
dan muestras antidemocráticas. Los jefes de los partidos también lo hacen
cuando, con miras a una segunda vuelta, negocian la transferencia de votos para
apoyar a tal o cual candidato.
En Beni, los
jefes del MNR subestiman la inteligencia de sus electores al creer que el voto
es un cheque en blanco que puede ser endosado en favor de UD; mientras que los
jefes de las seccionales del mismo partido creen que pueden transferir el voto
al MAS. No sería cuestionable esta práctica si en estas negociaciones primaran
los programas antes que las cuotas o las prebendas. Pero, de sobra sabemos cuál
es el comportamiento de nuestros políticos.
El voto,
deberían entenderlo los vocales y los jefes políticos, no es transferible, no
es endosable, no es anulable. El voto es sagrado y lo digo a riesgo de caer en
un lugar común.
No hay comentarios:
Publicar un comentario