Mery Vaca,
periodista
En Bolivia se ha
instituido, en la última década, el cuoteo de los movimientos sociales, una
práctica que ha reemplazado al cuoteo partidario, ese mecanismo que nació con
la democracia pactada y a la que tanto daño ha causado.
Antes del
gobierno del presidente Evo Morales, los partidos sellaban pactos políticos
para poder gobernar porque ninguno alcanzaba la mayoría absoluta. Por tanto,
sin esos acuerdos, no podían elegir al presidente de la República y, menos,
darle gobernabilidad al país.
La democracia de
pactos, sin embargo, no permitía la inclusión de las minorías en la toma de las
decisiones políticas más importantes. Por eso, se creó el mecanismo de los dos tercios de votos parlamentarios, para que la mayor parte de las fuerzas
partidarias con representación política fueran tomadas en cuenta en la
definición de los asuntos de mayor relevancia nacional, entre ellos, la
designación de altas autoridades del Estado.
La concertación puede
ser fácil en el papel, pero en la realidad reviste un alto grado de complejidad.
Entonces, para lograr los ansiados dos tercios, los partidos recurrían a la
práctica del cuoteo partidario. En otras palabras, se repartían los cargos y
los beneficios a cambio de garantizar los votos necesarios.
El presidente
Morales, durante su primer mandato, no logró los dos tercios de votos en el
Senado y, encontró ahí, un freno a sus pretensiones. En cambio, desde su
segundo mandato, el Mandatario fue beneficiado con contundentes votaciones
populares que le permitieron garantizar ese mecanismo, lo que redujo a las minorías
parlamentarias a simples elementos ornamentales del primer poder del Estado.
Con esos dos
tercios, el MAS logró:
·
Copar el Tribunal Supremo Electoral con perfiles
funcionales o, definitivamente, oficialistas. Estos nombramientos se
reprodujeron en cascada en los niveles inferiores.
·
Nombrar a los candidatos para las elecciones
judiciales y, de esa manera, copar los más altos cargos del Tribunal
Constitucional, el Consejo de la Magistratura, el Tribunal Supremo de Justicia
y el Tribunal Agroambiental. Igual que en el anterior caso, los nombramientos
se reprodujeron en cascada en el resto del Poder Judicial.
·
Reírse en las interpelaciones que los opositores
planteaban contra sus ministros.
·
Nombrar a un oficialista en el cargo de
Contralor General del Estado.
·
Designar al Fiscal General del Estado.
·
Permitir la designación del Procurador General
del Estado en la persona de un oficialista sin objeciones legislativas.
·
Juzgar a miembros del Tribunal Constitucional
que se desmarcaron de las líneas señaladas por el oficialismo.
Con dos tercios
de votos también se nombró al Defensor
del Pueblo, pero esta autoridad mantiene su independencia respecto al Gobierno.
Los dos tercios de votos también sirven
para reformar parcialmente la Constitución, cambios que deben ser sometidos a
un referéndum aprobatorio. Este mecanismo aún no ha sido utilizado por el
oficialismo.
Para lograr esos
dos tercios y consolidar la hegemonía política, si bien el MAS no tuvo necesidad
de hacer alianzas partidarias, se vio obligado a suscribir pactos con los
movimientos sociales, los que apoyaron la gestión gubernamental no solo en las
calles, sino también con votos legislativos.
El propio
presidente Morales admitió que el Tribunal Supremo Electoral ha sido cuoteado y
anunció que esta vez no ocurrirá lo mismo.
Ahora que la
oposición ha ganado algunos espacios de poder local, como es el caso de El
Alto, estamos siendo testigos de la dañina maquinaria que se ha montado gracias
a estas alianzas. Los movimientos sociales se sienten con el derecho no solo de
compartir el poder, sino también de compartir las recaudaciones y, por
supuesto, de recibir todo tipo de compensaciones y prebendas para los
dirigentes y sus familias.
El cuoteo
político del pasado era fácilmente desmontable con el voto popular, pero el
cuoteo con los movimientos sociales se peleará en las calles, con graves
consecuencias para la institucionalidad y la democracia boliviana.
A estas alturas
está claro que los dos tercios de votos, que camufla en su interior el cuoteo
de los movimientos sociales, ya no es suficiente. Es preciso crear nuevos
mecanismos de concertación social y política que abarque a los partidos
políticos con representación política (mayorías y minorías), a los sectores
sociales, al mundo académico y a las instituciones involucradas en la temática
que se vaya a abordar.
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