Mery Vaca*
Aunque tardíamente, a los medios de comunicación
tradicionales de Bolivia les ha llegado, también, la crisis de sostenibilidad
debido a los cambios en los hábitos de consumo de los lectores. Y decimos
también porque este cambio ha comenzado hace más o menos una década, cuando el
emblemático New York Times, al ver que sus ventas de papel disminuían a la par
de sus ingresos, mientras que el tráfico de sus productos digitales no
terminaba de despegar, decidió encarar la era de las suscripciones digitales,
con una reingeniería total, centrada en el periodismo de calidad por el que
valiera la pena pagar. Ahora, más de 10 millones de suscriptores digitales
financian gran parte de las operaciones de ese gigante, que se ha convertido en
un modelo replicado por grandes y pequeños medios del mundo.
En el caso boliviano, esta crisis se ha acentuado durante la
pandemia, que ha dado paso a una acelerada digitalización de los medios, pero
que, en la mayor parte de los casos, no ha sido acompañada de un cambio en el
modelo de negocio.
No fue el caso del periódico Página Siete, que se ha
convertido en un medio pionero en la generación de proyectos de innovación
destinados a la sostenibilidad en tiempos digitales. Tal es así que antes, durante
y después de la pandemia ha creado productos de pago, como una aplicación, un
programa de membresías denominado P7Plus y, el más audaz, el de las
suscripciones digitales mediante el muro de pago.
Sin embargo, nada fue suficiente porque Página Siete no solo
estaba enfrentando una crisis en su modelo de negocio, sino que estaba siendo
víctima de una sistemática asfixia económica y de un severo plan de
hostigamiento público.
La asfixia se tradujo no solo en el corte total de la pauta
publicitaria estatal, sino en grandes multas tributarias y la advertencia a
privados para que no anunciaran en Página Siete. Entre tanto, el hostigamiento público
consistió en el acoso en redes sociales y en la justicia en contra del dueño
del periódico, Raúl Garáfulic; amenazas de muerte en contra del caricaturista
Abecor, arresto y amedrentamiento en contra del periodista Carlos Quisbert y
mensajes de amedrentamiento en contra de todos los periodistas del medio, por
solo citar algunos casos concretos.
La suma de esos y otros factores constituye “la tormenta
perfecta” a la que se refirió Garáfulic en la carta de cierre del periódico el
pasado 29 de junio. La pregunta ahora es si los demás medios bolivianos podrán sobrevivir
a esta crisis múltiple o, como ocurrió con Página Siete, terminarán sucumbiendo
ante la indiferencia de la sociedad y de los empresarios bolivianos.
Lo primero que hay que decir es que sin medios de
comunicación independientes no hay democracia, por tanto, la preservación de la
libertad de prensa, de la libertad de expresión y del derecho a la información,
es una tarea de todos.
Los dueños de los medios tienen ante sí el reto de generar
nuevos modelos de negocio para garantizar su sostenibilidad. No se trata, sin
embargo, únicamente de cobrar por los contenidos, sino de invertir en un
periodismo de calidad por el que valga la pena pagar.
El poder de los ciudadanos también es importante en esta
ecuación. Por el equivalente a dos marraquetas diarias, podrían apoyar al medio
de su preferencia y, de esa manera, fortalecerían la democracia y, a cambio,
recibirían contenidos que satisfagan sus necesidades informativas.
Los empresarios, que suelen sufrir la incomprensión
gubernamental, harían bien en no desentenderse de las libertades y particularmente
de los medios. Con pequeños aportes de capital, los medios podrían superar el
bache y luego, con las suscripciones digitales, podrían dar el salto a la
sostenibilidad.
Finalmente, el Gobierno debería ser el llamado a preservar
los derechos arriba citados, pero está claro que de ahí no se puede esperar
nada, salvo asfixia y acoso. Por eso, esta es una tarea de la ciudadanía y del
propio sistema mediático.
*Mery Vaca es periodista y exdirectora de Página Siete
Este artículo fue originalmente publicado en el suplemento Péndulo Político, en Correo del Sur y El Potosí
No hay comentarios:
Publicar un comentario