Mery Vaca, periodista
Después de tres años de
permanecer como panelista permanente del programa de televisión El Pentágono
quiero agradecer públicamente a Mario Espinoza por haberme invitado a
participar del mismo junto a reconocidos profesionales bolivianos.
Ingresar a El Pentágono fue para
mí un gran desafío personal, porque cada semana tuve que encontrar argumentos
para hacer un digno ejercicio de análisis y de opinión. No podía defraudar al
panel y menos a quienes nos seguían desde su casa.
El programa, pese a que ha ido cambiando
de canal, ha sido a lo largo de estos años un referente en el análisis
político. Medio en broma, medio en serio a Mario le dicen que es “el culpable”
de que Álvaro García Linera sea vicepresidente del Estado. Tal vez el programa
no haya hecho un vicepresidente, pero, sin duda, ayudó a construir la imagen pública del actual
vicepresidente y de otros líderes de opinión.
En mi caso, el programa fue clave
para descubrir el género de opinión que, al cabo de estos años, he llevado también
al texto. El programa, además, me ha ayudado a mejorar mi desenvolvimiento ante
las cámaras y a no bajar la cabeza ante nadie.
Por donde se la mire, fue una
experiencia positiva y podría seguir siéndolo de no ser por la enorme cantidad
de actividades que ocupan mi tiempo durante los fines de semana.
Las mujeres que queremos competir
en el ámbito público estamos obligadas a combinar esas funciones con el cuidado
de los hijos y las labores domésticas. Tengo un compañero que comparte las
alegrías de la vida y también las obligaciones de la casa, pero, aun así el fin
de semana termina siendo corto.
Y no crean que El Pentágono solo
demanda “una horita” a la semana, en realidad, entre la preparación de los
temas, el arreglo personal (mínimo en mi caso) y el viaje de ida y vuelta al
canal terminan siendo como cuatro o cinco horitas.
Para las mujeres que tenemos
hijos, ideales serían los días de 30 horas y los fines de semana de tres días,
pero eso ya es ciencia ficción y nada más.
Para cerrar con broche oro debo
decir que lo mejor de todo es que hice entrañables amigos. Mario,
Gonzalo, Francesco, Marcelo y Agustín, así como Daniela, Carolita y Ying ya son
parte de mi vida. Gracias a todos ellos y un día de estos les convoco a todos a
la casa para que vean que ante la cocina tampoco me corro. O, en último caso,
tengo una lista de teléfonos de pizzerías.